domingo, 20 de abril de 2008

Escuchar el silencio: Lost in Translation

Mirar una película nos ofrece la oportunidad de observar, más que ver, una buena historia. La dirección de Sofía Copola en la película “Lost in translation” pone en el centro de su film una historia muy particular. El encuentro fortuito en un lujoso hotel de Tokio de un showman de edad madura en gira de promoción artística y una joven, que acompaña a su pareja, músico en una banda de jazz. La enorme distancia que los separa de su país de origen, Estados Unidos, junto con la mística cultural oriental, más el condimento de la diferencia de edad, hace que se refugien en algunos vicios del idioma, aparentemente el único punto en común que tienen ambos en un principio, manteniendo conversaciones que van entretejiendo un lazo emocional muy fuerte entre los dos, no tanto por las palabras que utilizan sino por el silencio que pesa entre cada una de ellas agregando una cuota extra en la comunicación.
Sin temor a caer en la idea común “las imágenes reemplazan a las palabras” se puede parafrasear y decir “los silencios emocionale s reemplazan a las palabras” pero es un error llegar a una generalidad. Un agudo sentido de percepción nos guía hasta corroborar que en este caso las “emociones actúan como antónimos de las palabras utilizadas en los diálogos”, incluso alguno de ellos desprovistos de expresión gestual. Convirtiéndose en una suerte de acertijos comunicacionales audiovisuales que al someterlos a un análisis exhaustivo explican y justifican su uso como recurso expresivo. Llegando al momento culminante en el que los protagonistas se encuentran, logran canalizar y demostrar su afecto mutuamente y se fundiendose en un abrazo, la única palabra que articulan es el saludo del adiós.
Una vez más la Interpretación y la Traducción enfrentan el desafío de mantener el significado ante la elección de las palabras adecuadas. El título presenta un doble juego de sentido: “Lost in translation”, literalmente” Perdidos en la traducción”, aquí se hace alusión a la traducción de los sentimientos confusos que los protagonistas perciben y los codifican en un idioma neutro de emociones. La traducción comercial es “Perdidos en Tokio”, mantiene la traducción literal de la primera palabra pero en realidad ellos están “perdidos sus propios laberintos emocionales buscando la traducción de sus emociones, no en la ciudad de Tokio”, o en todo caso se encuentran a sí mismos en Tokio y apenas se cruzan en algunas ocasiones en aquella ciudad. Resulta imposible traducir toda esa carga de intensidad significativa en apenas tres palabras: “Encuentro en Tokio”.
“Perdidos en Tokio“ mantiene la significatividad necesaria siempre y cuando se quiere indagar en ella.