sábado, 5 de marzo de 2011

Reality shows: Como la vida misma

La realidad disfrazada de ficción.
La producción televisiva de los “reality” irrumpió en las últimas décadas. Costos bajos, y escasos recursos humanos son el complemento de una importante inversión tecnológica. Existen desde los modestos “talk shows”, en los cuales el éxito es responsabilidad directa del conductor-actor de turno, hasta los mega emprendimientos como Gran Hermano, donde el trabajo técnico de edición y compaginación acompañado por una activo equipo de producción, guía la morbosidad popular por caminos poco imaginados.
Cinematográficamente fuimos marcados por verdaderos engaños artísticos, como Truman Show. El mega “reality” de ficción que no pudo con los valores intrínsecos del individuo, como lo son el AMOR y la LIBERTAD.
La libertad normalmente se viste de sueños y se alimenta de anhelos. Muchos jóvenes buscan su vocación más humana a través de ellos. Miles de chicos participan de castings de baile como el promocionado Soñando por bailar, programa de selección de probables candidatos para ocupar un lugar en un show junto a destacas figuras mediáticas. La condición de “reality” se ve marcada por un todo vale. La sociedad actual valida cualquier medio para conseguir un propósito.
Miss Tacuarembó, un largometraje uruguayo dirigido por Martín Sastre y protagonizado por Natalia Oreiro. Es una comedia musical que pregona que los sueños se concretan si se tiene fe. Cuestiona irónicamente el desvío del concepto de “fe”, como creer sin ver, que canaliza la religión católica. Natalia es una joven que creció con la ilusión de convertirse en reina de belleza y ahora busca darle sentido a su existencia. Se traslada a Buenos Aires y comienza a alejada de sus fantasías infantiles Pero el destino la sorprende a través de Todo por un sueño, un “reality show” que consigue reunir a esta mujer con su madre, a quien no veía desde hacía varios años.
A partir de ese reencuentro, los sueños que parecían haber quedado estancados en otra etapa de su vida reflotan y vuelven a ilusionar a la joven. Lo que la mayoría de los espectadores aplauden como un final feliz se ve empañada por la metodología de la producción que usa el “reality”: Engañar para que el sueño se haga realidad. He aquí la paradójica contradicción. Natalia es seducida por un nuevo compañero de trabajo, y descubre el amor con él. Sentimiento que dura lo que la sorpresa del “reality” devela. La seducción es parte del engaño para mantenerla distraída para concretar el sueño de su madre. Porque reencontrarse con su madre no era su propio sueño. De pronto se da cuenta que si no reacciona y aprovecha el impacto de verse ante la cámaras esta era la última oportunidad para darle vida a la ilusión, que nació con ella y se había convertido en su obsesión. Entonces, hábilmente reacciona despabilándose y canta ante las cámaras logrando el aplauso de la concurrencia. Los sueños no se cumplen, se planifican y protagonizan con impulsos de energía aunque a veces vayan en dirección contraria a la realidad que nos rodea. Esa es la magia que los hace posibles.
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